Las nuevas tecnologías han permitido que podamos recibir de forma inmediata un mensaje urgente de nuestro jefe, el aviso de que nuestra esposa se acaba de poner de parto o la alerta sobre el terrible terremoto que ha asolado a nuestros vecinos a más de 5.000 kilómetros de nuestros hogares. Es indiscutible que facilitan la comunicación y el acceso a las noticias, rompiendo el aislamiento y permitiéndonos trabajar casi desde cualquier rincón. No obstante, también provocan que vivamos una invasión del espacio público y privado que está cambiando nuestras costumbres. El timbre de un teléfono móvil sonando mientras disfrutamos de una película en el cine o el acto reflejo de sacar el terminal de turno y dejarlo sobre la mesa en el restaurante, es una escena a la que ya estamos habituados. No son pocos los expertos que se cuestionan dónde están los límites de la buena o la mala educación con el uso de las nuevas tecnologías, y así lo refleja este reportaje de La Vanguardia. No todo vale. El problema se hace patente cuando estas herramientas de comunicación se convierten en parte imprescindible de tu vida, apunta uno de ellos. Llegará el día en que habrá que poner orden y fijar unos protocolos para no estar conectados las 24 horas del día. Llamémoslo e-Urbanidad.