Tribuna de Opinión publicada en El Confidencial
Mala semana para el oráculo de Omaha. Warren Buffet, admirado por su acierto inversor y sus buenas prácticas y austeridad personal, está sufriendo en sus propias carnes algunos errores relacionados con el ‘corporate governance’ de su propia compañía, Berkshire Hathaway. Según la comunicación enviada a las autoridades, que casi es una carta personal del propio Buffet, el affaire en torno a su estrecho colaborador durante muchos años, David Sokol, muestra al menos 2 problemas básicos: lo difícil que resulta evitar el conflicto de interés cuando media la posibilidad de obtener una sustanciosa ganancia y lo complejo que es planificar la sucesión en una compañía con una marcada cultura personal.
En el primer punto, la historia es simple: David Sokol, visto como un probable sucesor de Buffet y responsable de MidAmerican Energy Holdings en Berkshire, aconseja a su jefe invertir en una compañía, Lubrizol, en la que él mismo ha comprado un paquete importante de acciones previamente. Aunque es cierto que Sokol no tiene poder decisorio sobre esta inversión, al final convence a Mr Buffet de la misma y ello le supone una importante ganancia de capital, de 3 millones de dólares, en poco más de dos meses y medio. Seguramente no hablamos de información privilegiada, salvo que haya alguna novedad hasta ahora no desvelada, porque la inversión de Mr Sokol es previa a la entrada de Berkshire en Lubrizol. Pero sí existe, claramente, un conflicto de interés, en el que se mezcla una inversión personal con una buena «venta» a tu jefe para que invierta en la misma compañía. Feo, muy feo, porque además Mr Buffet sólo se entera al detalle de la inversión de su subalterno después de haber formalizado la entrada en Lubrizol.
A consecuencia de este episodio, David Sokol abandona todas sus responsabilidades en Berkshire. Y aquí topamos con un segundo problema: la ausencia de un delfín claro y de un plan de sucesión en Berkshire Hathaway.
Merece la pena leer la carta de Warren Buffet en la que explica al detalle los acontecimientos para poner en su justa medida el peso de David Sokol en el entramado empresarial y la buena valoración y estima que Mr Buffet tiene de su colaborador.
El problema es que Warren Buffet ha puesto el listón muy alto y se abren claras incógnitas sobre quién va a ser el heredero del imperio que ha construído a base del acierto inversor. Y la ausencia de un plan ordenado de sucesión, al igual que ocurre en Apple y Steve Jobs, pone nerviosos a los accionistas de Berkshire Hathaway.
El tiempo dira cuál es la mejor solución. Pero, de entrada, Warren Buffet, que siempre exigió mucho a las compañías en las que invierte respecto al gobierno corporativo, debería revisar sus propios códigos para tranquilidad de los inversores. Los artículos de estos días en WSJ, FT y The Economist apuntan claramente en esa doble problemática.