La reciente visita a Estados Unidos del vicepresidente chino Xi Jinping, de 58 años, ha suscitado un enorme interés entre la mayoría de los medios de comunicación más importantes de Occidente por la personalidad del político asiático. No en vano se trata, según un gran número de analistas y expertos sinólogos, del que será el próximo presidente de la poderosa nación oriental.
Su nombre va resultando cada día más familiar, su rostro, apenas vislumbrado hasta ahora, va apareciendo en los medios con cierta frecuencia; pero sus opiniones sobre las cuestiones políticas y económicas que preocupan al mundo occidental y las intenciones que alberga para cuando llegue al escalón más alto del poder en su país, son una incógnita, tal como asegura el diario británico The Guardian.
Sus actividades conocidas y sus entrevistas con políticos de otros países sugieren, sin embargo, que está moldeando una imagen propia muy distinta a la del actual presidente chino, Hu Jintao. Mientras que este pretende permanecer decididamente en el anonimato, Xi se muestra más sociable y en posesión de una “gran personalidad”, según aquellos que le han tratado.
Mide algo más 1,80, se muestra afable y confiado y luce con frecuencia una agradable sonrisa. Está casado –por segunda vez-, con una conocida y atractiva cantante china llamada Peng Liyuan. Ha manifestado que le gustan las películas americanas de género bélico y, para sorpresa de muchos, no ha escatimado públicos elogios hacia Jia Zhangke, un vanguardista director cinematográfico que participa activamente en el desarrollo del cine independiente en China.
Xi Jinping nació en el 1 de junio de 1953 y, al igual que otros personajes destacados de la política china en ascenso, creció en la época de las reformas y la apertura. Ha viajado con frecuencia al exterior y mantiene vínculos personales con Occidente ya que una hija suya estudia en Harvard y, al parecer, una hermana vive en Canadá.
Fue crítico mordaz con la Revolución Cultural china pero se adhirió al partido comunista manteniendo acusadas posiciones izquierdistas. Su padre fue un hombre influyente en las altas esferas del partido lo que, sin duda, resultó beneficioso para Xi que ocupó varios cargos de relativa importancia hasta llegar a vicepresidente.
Son varios los testimonios citados por el diario británico que presentan a Xi como un hombre de educación exquisita y amabilidad permanente, pragmático, muy trabajador, con una gran confianza en sí mismo y con una limpia reputación dentro de un apabullante reino de corrupción.
Hay quien espera que Xi comparta las simpatías liberales de su padre, un destacado reformador y aliado del líder reformista Hu Yaobang. Del padre de Xi se ha llegado a decir que criticó sin un ápice de ambigüedad la represión policial de las protestas de Tiananmen en 1969, cuyos ideales y pretensiones democráticas alabó y aplaudió.
Xi apareció como claro heredero de Hu Jintao en el congreso del partido celebrado en 2007 y poco después fue elegido miembro del Comité Permanente del Politburó. Su nombramiento como vicepresidente de la Comisión Militar Central, en octubre de 2010, consolidó definitivamente su ascendente posición.
Su liderazgo estará condicionado por la actitud de sus colegas chinos y por la predisposición de las fuerzas externas. “Lo que importa es estar en el lado correcto de la historia”, dice Cheng Li, un reputado analista de Brooking Institution, que sentencia: “Probablemente ni él mismo sepa lo que va a hacer”, según afirma el artículo de The Guardian.