El economista estadounidense Jeffrey Sachs mundialmente conocido, sobre todo, por su libro “El fin de la pobreza” es en la actualidad director del Earth Institute de la Universidad de Columbia pero aspira a presidir el Banco Mundial tal como confiesa en un artículo recientemente publicado en el diario The Washington Post. Realmente no parece que tenga muchas posibilidades de sustituir a Robert Zoellick, actual presidente del BM que finaliza su mandato en julio próximo, pero por si acaso Sachs expone en el diario norteamericano lo que haría si llegara a la cúspide de la institución.
Mi búsqueda para ayudar a acabar con la pobreza me ha llevado a más de 125 países, a grandes ciudades, a pueblos en la cima de la montaña, a asentamientos en la selva tropical y a campamentos nómadas del desierto. Ahora espero que me lleve a la Calle 18 esquina con Pensilvania, (sede del banco en Washington), es decir a la presidencia del Banco Mundial. Estoy ansioso por este desafío, dice Sachs.
A diferencia de los anteriores presidentes del Banco Mundial, no procedo de Wall Street o de la política de Estados Unidos. Yo soy un profesional del desarrollo económico, un erudito y un escritor, añade. Mi trayectoria pasa por situarme al lado de los pobres y los hambrientos, no hacerlo con un balance de empresas o de gobierno. Aún así, las soluciones de trabajo son para todos, los pobres, las empresas, los gobiernos y todo lo demás, en pos de la creación de un mundo más próspero, saludable y seguro. Yo no busco la presidencia del banco debido a su músculo financiero, escribe Jeffrey Sachs.
El economista postulante a presidir el BM reflexiona acerca de determinadas vicisitudes y actuaciones de la institución y señala que el Banco Mundial está a la deriva, que hace demasiadas cosas inservibles y que, comprometido con las modas pasajeras, se encuentra muy alejado de la ciencia y el conocimiento de la realidad. También le achaca un liderazgo débil y poco incisivo.
La presidencia del Banco Mundial no debería ser un campo de entrenamiento sobre el desarrollo. Su líder, debe comprender las realidades de los pueblos inundados, la sequía de las granjas, la desesperación que invade a las madres de niños en coma infectados de malaria y de adolescentes que no pueden pagar la matrícula de la escuela secundaria, dice Sachs.
Encontrar la senda airosa hacia adelante, forjando las redes que puedan crear el cambio global, debería ser la mayor y gran tarea del banco. Pondré todo mi empeño, promete el economista, en ayudar a crear esas redes para poner en marcha el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria; para lograr un nuevo soporte para que los agricultores más pobres del mundo puedan aumentar sus rendimientos, su producción y sus ingresos; para ampliar el cometido de los servicios sanitarios de la comunidad; para aliviar la deuda y reducir la pobreza; para vincular a los países más pobres con los mercados mundiales en apoyo a las exportaciones para crecer; para que las tecnologías móviles formen parte de las nuevas prácticas del desarrollo y para encontrar soluciones a los problemas medioambientales, promete el economista.
Jefferey Sachs incluye otras muchas promesas en su artículo del Washington Post. Si realmente llegara a conseguir, desde ese puesto, todo lo que promete pasaría, sin duda, a la historia como el mejor presidente de la institución. Él parece tenerlo claro y asegura que todo lo que promete y muchas cosas más están al alcance. Bien llevado, dice, el Banco Mundial puede construir puentes entre la ciencia, los negocios, la sociedad civil y las finanzas para lograr soluciones sostenibles. ¡Vamos a empezar¡, termina diciendo.