¿Con qué frecuencia e intencionadamente fuerza su propio malestar? Sé que la pregunta suena un poco estúpida, dice el experto en Management Toni Schwartz en el Blog Network de Harvard Business School que explica inmediatamente el por qué de la cuestión: “Someterte a ti mismo a estrés es la única manera sistemática de ser más fuerte física, emocional, mental y espiritualmente. Y serás más débil si no lo haces”.
Vivimos en el mito de que el estrés es el enemigo de nuestras vidas. El verdadero enemigo es nuestra incapacidad para equilibrar el estrés con el reposo intermitente. Meterle mucha presión al cuerpo mucho tiempo -estrés crónico- dará como resultado, sin duda, el agotamiento y el colapso. Sin embargo, si se somete el cuerpo a tensión insuficiente, se debilita y se atrofia. Pocos de nosotros nos forzamos lo suficiente para alcanzar nuestro potencial; ni dormimos ni descansamos ni nos renovamos tan profundamente como deberíamos, dice Schwartz.
Se aprecia mejor a nivel físico. Ante la falta de ejercicio cardiovascular regular -una forma de estrés-, la capacidad del corazón para bombear eficazmente sangre cae un promedio del uno por ciento al año entre los 30 y los 70 años y con más rapidez después. Del mismo modo, si no se ejercita un entrenamiento de resistencia, podemos perder un promedio del uno por ciento de masa muscular cada año después de los 30.
Sin embargo, esos efectos pueden ser drásticamente invertidos, aunque parezca que es muy tarde en la vida. En un estudio, un grupo de ancianos residentes en un asilo con una edad promedio de 87 años, fueron sometidos a un programa de entrenamiento de fuerza tres veces por semana durante 45 minutos por sesión. Se les dio mucho tiempo para descansar entre series y de recuperación entre sesiones. En promedio, rebasaron el doble de su fuerza en tan sólo diez semanas.
El principio es simple, pero no del todo intuitivo. Cuanto más te esfuerzas, más le comunicas a tu cuerpo que crezca. Se llama “súper compensación”, y el crecimiento realmente sucede durante la recuperación. El factor limitador es, sobre todo, tu tolerancia a la incomodidad. El entrenamiento de la mente funciona por el mismo principio que el entrenamiento del cuerpo. Al centrarse en una cosa durante un período de tiempo determinado, por ejemplo, contando las respiraciones, o trabajando en una tarea exigente, o incluso en leer un libro difícil, usted está sometiendo su atención a tensión.
Completar un trabajo, o una dura sesión de ejercicios, o leer un libro intelectualmente exigente, nos libera para saborear y disfrutar de verdad del periodo posterior de tiempo libre. La mayoría de nosotros instintivamente huimos del malestar, pero luchamos igualmente por evaluar el descanso y la renovación. ¿Qué práctica podría añadir a su vida para forzar regularmente más allá de su zona de confort y luego renovarse? Aumentar la amplitud de onda, a partir de un intenso esfuerzo de renovación profunda, es el camino más seguro hacia una vida más plena, termina el artículo de HBS.