Acercarse al cajero, mirar a un lado y al otro. Una mano sobre otra y teclear las claves de entrada. Todo apunta que este es un comportamiento que está a punto de convertirse en historia.
En la trastienda de los bancos se trabaja a marchas forzadas para encontrar sistemas seguros con los que identificar a sus clientes y ninguno de ellos tiene nada que ver con tarjetas, números ni preguntas del tipo ¿quién fue tu primer profe de matemáticas?
En el último Mobile World Congress celebrado hace unas semanas en Barcelona, se ha hablado mucho más de contraseñas y seguridad que de novedosos terminales, como ocurría otros años. Los ejemplos de entidades financieras buscando ‘puertas’ seguras para sus clientes se multiplican. El mundo que Spielberg imaginó en Minority Report está cada vez más cerca.
En los próximos meses, los más de 15 millones de clientes que HSBC tiene en el Reino Unido utilizarán su voz como clave de acceso a sus cuentas además de las huellas digitales, según ha anunciado esta entidad financiera hace pocas semanas.
Pero lo que más estupefactos nos deja a los habitantes del mundo de 2016 son las novedades que implica una nueva materia denominada la biometría del comportamiento. Que no es otra cosa que máquinas hiperinteligentes que son capaces de estudiar el comportamiento de los humanos, establecer patrones y utilizarlos como método de identificación. El resultado será que, en poco tiempo, nuestras claves serán, por ejemplo, los latidos de nuestro corazón. La aseguradora Halifax lleva más de un año trabajando en este tipo de autentificación que ya ha adoptado también HSBC.
¿Sorprendido? Aún hay más. Neil Costigan, director ejecutivo de BehavioSec una compañía especializada en este tipo de cuestiones, ha asegurado al periódico financiero City AM, que las innovaciones van mucho más allá. Avanza que no habrá que esperar mucho tiempo para que una entidad financiera utilice la identificación de un selfie como forma de acceso a sus servicios. Incluso algo mucho más disruptivo como puede ser la presión y el ángulo con el que el usuario acepta o rechaza a los posibles ligues de Tinder.
El objetivo final es mantener la seguridad al tiempo que se facilita la actividad al máximo a los clientes. Si el sistema es capaz de reconocer a un individuo solo por la forma en la que interactúa con sus dispositivos, sobre todo móviles, ¿para qué importunar más interponiendo pantallas que soliciten contraseñas?, piensan los expertos.
Y mientras las entidades financieras avanzan en cuestiones tecnológicas, los malos no les quedan a la zaga. Al anunciado reconocimiento de voz ya le han salido sus debilidades. Los hackers ya presumen de haber clonado la voz del mismísimo Obama, y eso por poner un ejemplo.
Habrá que esperar para ver si nuestro estilo, ganas y pasión a la hora elegir los fichajes de Tinder son tan fáciles de copiar o no.