Es indudable que Barack Obama está sufriendo las consecuencias de la situación económica durante su campaña electoral de cara a las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos. Quizá tales consecuencias no castiguen tanto al aspirante Mitt Romney. Pero no todo se va a reducir a un enfrentamiento donde primen los programas, las promesas o la economía. También va a ser muy importante el aspecto de la personalidad de ambos contendientes, según asegura en un artículo publicado en The New York Times Andrew Kohut, presidente de Pew Research Center.
Obama y Romney, probablemente tendrán que desafiar a la historia política moderna para ganar en noviembre, dice Kohut. Romney se enfrenta al hecho histórico de que ningún candidato ha accedido a la presidencia del país con unos índices tan desfavorables como los suyos. Con una adjudicación, según las encuestas, del 29 por ciento de los votos, es con mucho el candidato más alejado de la presidencia desde que que las encuestas existen.
Barack Obama es mucho más popular que Mitt Romney, pero su problema es que ningún presidente en ejercicio ha ganado la reelección con unas tasas de desempleo tan altas como es probable que estén en noviembre. En los últimos tiempos, sólo Ronald Reagan luchó con una tasa de desempleo comparativamente tan alta (8 por ciento) al principio del año de su reelección. Sin embargo, la tasa disminuyó de manera constante durante el transcurso de 1984 y se situó en el 7,2 por ciento el día de las elecciones. Incluso si Obama logra que el desempleo siga disminuyendo, no es probable que emule la experiencia de Reagan. Seguirá siendo vulnerable a la economía en general. Según una encuesta de Pew un 53 por ciento desaprueba la gestión económica del actual presidente.
Por lo que se refiere a Romney, su impopularidad es tan evidente como el rechazo al aspecto económico de Obama pero no hay ninguna señal en las encuestas que indique que los candidatos presidenciales transformen su imagen personal en el transcurso de una campaña de elecciones generales. Cuando se acerca el día de las elecciones, las calificaciones favorables para los últimos candidatos por lo general se mantuvieron dónde se encontraban a principios de campaña, y a veces disminuyeron. Los candidatos perdedores Michael Dukakis, Bob Dole y Bush vieron bajar su popularidad en la recta final de la campaña. Pero incluso en sus niveles más bajos, todos ellos eran mucho más populares que Romney a día de hoy.
La imagen elitista que se percibe de Romney le llevó a un baja aceptación entre los votantes de la clase trabajadora en casi todas las primarias. Un número creciente de votantes republicanos también vieron a Romney como inconsistente en algunos temas importantes. El aparato de los partidos demócrata y republicano es más que probable que apoyen a su abanderado, pero por quien se inclinarán los votantes indecisos en noviembre no está nada claro dadas las cargas políticas que ambos candidatos soportan.
Ambos candidatos se enfrentan a enormes inconvenientes. Uno de los axiomas más viejos sobre las elecciones presidenciales es que son los referendos sobre los tiempos que a uno le ha tocado vivir. Y resulta queel 69 por ciento de los ciudadanos no están satisfechos con las condiciones de su tiempo. Es decir, son tiempos malos; lo que es una mala noticia para Obama. Pero la mayoría de ciudadanos no confía en Romney, lo que es peor noticia. No hay antecedentes, dice el artículo de NYT, sobre cómo los votantes resolverán tales presiones contradictorias.