Excelente revisión crítica en The Economist de la última idea lanzada por uno de los más reputados gurús de los negocios, Michael Porter: el “shared value” o valor compartido. Que viene como anillo al dedo, además, en un momento en que está en pleno debate el papel de las cajas de ahorro y su obra social.
La Responsabilidad Corporativa se ha situado casi como un deber de las empresas los últimos años. Existe el debate si esa sensibilidad social empresarial es realmente sincera o puro marketing, pero en todo caso, bienvenidos sean todos los recursos que las empresas privadas destinan a políticas de responsabilidad corporativa.
Esta apuesta por la responsabilidad corporativa, sin embargo, no debe impedir tener claro lo que a mi juicio es la verdadera responsabilidad social de las empresas: la creación de riqueza, de empleos y de productos y servicios a los que los clientes y usuarios acceden a un precio competitivo.
Si una empresa cumple rectamente este papel con transparencia, respeto al medio ambiente y otras condiciones universalmente aceptadas, está ejerciendo su rol social a la perfección. Y cualquier añadido de responsabilidad corporativa será algo a valorar positivamente por sus clientes y la sociedad, pero nada más. Porque uno de los riesgos con la idea del valor compartido de Mr. Porter, señala The Economist, es que se abra la vía a una mayor intervención de los gobiernos en las empresas privadas. Y ahí sí tendríamos un problema.
Volviendo a las cajas de ahorro: ¿qué es más importante, que las cajas de ahorro cumplan su papel de intermediarios financieros o salvaguardar los beneficios de su obra social?
No seré yo quien ponga en cuestión los efectos positivos de la obra social. Pero lo realmente importante de una caja de ahorros es que funcione como intermediario financiero y que ayude a las economías privadas -empresas y familias- a sacar adelante sus proyectos. Si además destina parte del beneficio que obtiene a obra social, al igual que ocurre con la responsabilidad corporativa empresarial, fabuloso. Pero lo primero es ese rol de intermediario.
Este papel esencial de las cajas de ahorro, su rol de intermediario financiero, está ahora mismo en cuestión por los excesos de los últimos años. La reforma puesta en marcha debería conducir a un cambio profundo en el modelo de gestión de estas entidades, en las que la cuota política sigue siendo excesiva y ha tenido un negativo influjo en los últimos años. Es hora de que se creen cajas más fuertes, gestionadas profesionalmente y con niveles de capital suficiente para que cumplan su verdadero rol social: la intermediación financiera.
Junto al artículo de The Economist, hay una columna de Economist Intelligence Unit, con una frase que viene al pelo para apoyar esta idea: “A better way to encourage “good” capitalism would be to press for a transparent, competitive and accountable business environment that challenges vested interests, regulates competition, and allows the most efficient enterprises, offering the best value for money, to make the largest profit. And company directors should not have to apologise for that”.