El desacuerdo entre los gobiernos de la Zona Euro sobre la crisis genera desconfianza y perjudica a los contribuyentes

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Siempre que hay una crisis financiera, y sobre todo si es de características como la que el mundo sufre en la actualidad, los desacuerdos entre países, gobernantes e instituciones surgen siempre en el momento de decidir cómo se asumen las pérdidas. En el caso de la crisis en la Zona Euro es más que evidente. Por ejemplo: la mayoría de las reuniones, relativas a la deuda de Grecia, entre ministros de finanzas y cumbres entre dos o más países que se han llevado a cabo han tenido un mismo objetivo final, que no es otro sino acordar cómo han de distribuirse los costes de la gran debacle griega. Tales disputas entre gobiernos han provocado una gran desconfianza entre los inversores, según asegura Stephen Fidler, uno de losmás prestigiosos columnistas de The Wall Street Journal.

En las crisis financieras modernas la mayoría de las discusiones sobre las pérdidas se producen en el ámbito de las políticas internas de los países, pero en algunos casos intervienen otros actores como el Fondo Monetario Internacional (FMI). En el caso de la Zona Euro la complejidad de las discusiones sobre el reparto de las cargas es evidente ya que son 17 países, con sus respectivos sectores público y privado, los que intervienen, como se ha podido comprobar a raíz del problema griego.

En muchas de las reuniones es importante la presencia, según relata WSJ, de los representantes de los tenedores de bonos, liderados por Charles Dallara –del Institute of International Finance (IIF)-, un influyente lobby con sede en Washington que acompañan a los representantes del Gobierno griego y a la troika institucional que conforman el FMI, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, un trío que día tras día demuestra sus desacuerdos acerca del método más adecuado para el rescate de Grecia.

El papel de Alemania sigue siendo determinante, así como su posición más partidaria de la imposición de la austeridad, en contra de la opinión de muchos de los más destacados economistas de talla mundial, que de las ayudas directas. Y como siempre, y así los destaca el columnista de WSJ, optar por la austeridad es sinónimo de traspasar el pago de los costes de la crisis, como casi siempre, a los contribuyentes. Todo ello acarreará perjuicios notables, por ejemplo, para el sistema de pensiones, entre otras consecuencias.

Una opción más ecuánime sería la compra de activos por parte del Banco Central Europeo para aliviar el monto de la deuda. Pero como acaba de hacer público recientemente la canciller alemana, Angela Merkel, su país –dominante en la Zona Euro-, sigue optando por la austeridad, es decir, porque paguen los habituales. Lo que queda claro, según el artículo de WSJ, es que las disensiones y las batallas sobre el reparto de la asunción de las pérdidas están perjudicando a todo el mundo.

Felicitación Navideña