En mayo de este año, Josef Ackermann, presidente ejecutivo del Deutsche Bank compareció en un tribunal de Múnich para testificar en una demanda interpuesta contra el banco por el magnate de los medios alemanes caído en desgracia, Leo Kirch. Este acusa al banco de haber provocado el colapso del grupo Kirch al cuestionar la solvencia de su imperio mediático y pretende que el Deutsche le abone por ello 2.000 millones de euros. Ackermann es el principal testigo; y Kirch con 84 años de edad y prácticamente ciego no ha tenido mucha suerte en su reclamación, dice Economy Watch en un artículo en el que se refiere al presidente del Deutsche como “El banquero más peligroso del mundo”.
Ahora Ackerman sigue siendo protagonista a causa de la crisis de la deuda de varios países de Europa. El Deutsche Bank asumió deuda soberana de Grecia or valor de 1.600 millones de Grecia y, en los últimos doce meses, las acciones del banco cayeron un 3,3 por ciento. Sin embargo el banquero señala: “Creemos que todavía hay potencial de crecimiento significativo en la cotización de las acciones del banco y a pesar de todas las adversidades, podemos mirar hacia el futuro con gran confianza”.
El objetivo de beneficios del banco para un año es de 10.000 millones de euros contando con las ganancias de la banca de inversión y la expansión de la entidad en Asia, donde tiene como meta estar entre los tres principales bancos de la región. Sin embargo, las altas metas en tiempos de crisis sólo pueden significar una cosa: animar a los banqueros y a los operadores a asumir más riesgos y emplear gran cantidad de apalancamiento en pos de los beneficios.
La figura de Ackermann emergió con fuerza en 2008, después de prometer 8.500 millones de euros para rescatar a un gran banco alemán al borde del colapso. Desde entonces está en el centro de los círculos de poder más que cualquier otro banquero en el continente. Y está inmerso en el proceso del futuro económico y financiero de Europa. Asesora a políticos y ejecutivos sobre la crisis de la deuda griega, sobre las relaciones económicas en Europa y el futuro del BCE. Pero no hay que equivocarse, las lealtades de Ackermann pertenecen a los bancos.
Ha insistido varias veces en que aliviar la deuda de Grecia sería un gran error. Después de todo, los bancos europeos, entre ellos Deutsche Bank, tiene miles de millones de euros en bonos del gobierno griego y los bancos perderían esas deudas si estas fueran reestructuradas. Ackermann, al igual que otros bancos como Goldman Sachs, Morgan Stanley y Citigroup, cree que la reducción del uso del apalancamiento reducirá sus ganancias.
Cuando se trata de la crisis griega, Ackerman no cree que Grecia pueda pagar sus deudas. “El mayor reto ahora es convencer a la gente de cualquier país para ayudar a Grecia aún más”, dijo en una entrevista y pidió a los gobiernos europeos elaborar un Plan Marshall para Grecia ofreciendo más ayuda, mientras obligan al país a vender miles de millones de euros del valor de los activos del Estado y proporcionar un marco para la reconstrucción de su economía.
El banquero, por otra parte, se opone a que el Gobierno alemán tome partido con el BCE cuando se trata de la reestructuración de la deuda griega, porque ello obligaría a los inversores y los bancos a compartir la deuda de Grecia. En un discurso sobre la pérdida de confianza en el sector bancario, Ackermann proclamó: “El Deutsche Bank ha mejorado aún más la buena reputación de que goza en todo el mundo”, y añadió: “Por ninguna transacción de negocios vale la pena arriesgar esta buena reputación y la credibilidad del banco”, señala el artículo de EW.