En las últimas semanas, estamos siendo bombardeados con información sobre próximas salidas a Bolsa de empresas tecnológicas como Facebook o LinkedIn. A propósito de las valoraciones que se están haciendo de las actuales dotcom, surge en los círculos financieros de todo el mundo el debate sobre si estamos viviendo el inicio de una nueva burbuja tecnológica.
Facebook y Twitter, compañías no cotizadas, se están valorando en el mercado secundario a precios de 76.000 (más que Boeing o Ford) y 7.700 millones de dólares, respectivamente. Y la red de contactos profesional LinkedIn ha expresado su intención de alcanzar una valoración de 3.300 millones en su inminente salida a Bolsa. Sin duda, tampoco ha escapado a nuestra atención la última operación de Microsoft, que la pasada semana anunció la compra de Skype por la friolera de 8.500 millones de dólares. No olvidemos que, hace menos de dos años, eBay vendió la compañía a sus actuales dueños por un importe que no superó los 3.000 millones.
En este sentido, The Economist apunta en un editorial de su último número la exuberancia irracional que está viviendo el mundo de Internet. El precio al que se ha cerrado la compra equivale a 10 veces el volumen de ventas de Skype y a 400 veces sus ingresos. ¿Se repite la historia?, se pregunta la publicación. Como siempre, hay para todas las opiniones. Los hay que piensan que esta vez es distinto: el escenario ha cambiado dramáticamente, ya estamos ante un mercado maduro, las empresas ofrecen beneficios más que respetables, etc. Los hay que defienden, sin embargo, que siguen existiendo inversores especuladores cuyos intereses tergiversan la realidad.
FT apuntaba este fin de semana otros dos factores que influyen a la hora de inflar los precios: el triunfo de la esperanza y la desesperación corporativa. El triunfo de la esperanza ha sido la especialidad de la industria tecnológica, que nos tienta con las historias de lo que está por llegar, más que con el prosaico presente. La desesperación corporativa hace que se hagan valoraciones exageradas con las que se pretende dar la vuelta a un negocio que lucha por su supervivencia. Y de eso, señala FT en el artículo, Microsoft tiene un rato de experiencia, ahora que su dominio del software para PCs se ahoga en un mundo dominado por smartphones y tabletas.